sábado, 8 de octubre de 2016

VIERNES FORAMONTANOS Y OTROS CAMINARES (1). MAZCUERRAS

7 de octubre de 2016

Aprovechando que, esta tarde, empiezo un taller en la biblioteca de Mazcuerras, y que hace bueno, he venido un poco antes para “andar Luzmela”, el nombre que le diera Concha Espina al lugar en una de sus novelas.


Frente a Las Magnolias, un cartel detalla la ruta. Sigo las señales hasta llegar a un puentecillo de madera sobre un arroyo. El poste dice: “Ruta de los Foramontanos. A Cos 1´5 km”. Lo comparte con el sendero de largo recorrido GR-76 (pintado en rojo y blanco).


En el río Saja, que no va muy lleno, veo varias lavanderas andando sobre las piedras, y una pareja de garzas sobrevolando el cauce.

A las 12.40 h (he empezado a caminar a las 12) estoy en Pedromozo. Esta vez no han destrozado el panel informativo. Hasta ahora solo me he cruzado con un señor, de vuelta, una señora con chándal, en bici, y un ciclista vestido de ciclista.

El circuito coindice con el sendero de pequeño recorrido (amarillo y blanco) PR-S 120. En Carrejo, a donde llego sobre las 13 h, el cartel me dice que el camino que he seguido es la Senda fluvial El Minchón. 3 km/1 hora (ida). Transcurre por la orilla izquierda del río Saja, entre Carrejo y Ontoria. Me apunto para el próximo día que he llegado hasta el molino harinero, muy cerca del Museo de la Naturaleza de Carrejo. Ahora, ¡a volver!


Sobre las 14 h estoy de nuevo en Mazcuerras y busco un sitio para comer. En el centro solo se toman vinos, pero me indican un lugar en las afueras: la taberna Placidín, en dirección a Cos, por la carretera.

Del menú (10 euros), escojo unas alubias y unas albóndigas de la casa acompañadas por una tarta de pera. Levito… Todo está delicioso.

Ahora, a pasear de nuevo, para no hacer “la boa”.

Mazcuerras está lleno de arte. Es la exposición “Landart. Arte en el pueblo”, de Aselart. Nada más llegar al pueblo, me habían llamado la atención unas fotografías silueteadas a tamaño natural de personas vestidas como antaño. Las ha recopilado José Antonio Andrés Vera (son 36 de las 4.000 de que dispone) y han sido colocadas en calles y rincones a los que estuvieron vinculados dichas personas.



Después, en la quietud de las horas de siesta y de un octubre luminoso, me sumerjo en los Viveros  Escalante, llenos del colorido de flores y hojas otoñales. Me encanta una crossandra de color naranja (pero es delicada y yo solo quiero cosas que “se cuiden solas”). También veo un serbal – que me enamora desde que lo vi en Escocia, asociado a mis amigos mañaneros, los cuervos. Pero todos los ejemplares son demasiado largos para caber en mi coche… Así que, al final, elijo una cineraria, de color gris y hojas carnosas, que siempre me ha gustado.


Luego, cojo el camino que se eleva sobre el pueblo, desde donde se divisa todo el valle, quieto y tranquilo. Y bajo a sentarme en el banco junto a la biblioteca.

Las hojas secas van correteando sobre lajas y adoquines al compás de los soplos de la brisa. La casa de Josefina Aldecoa está con las ventanas abiertas, ventilándose… A las 16 h el cielo se va enmarañando de nubes y el sol desaparece a ratos. Me quedo medio adormilada. Si no fuera por el tráfico, esto sería idílico…





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